Sobre las rocas desnudas, sobre los glaciares perennes, sobre cada peñasco de los Alpes donde la providencia nos ha colocado como fiel baluarte de nuestras tierras, nosotros, purificados por el deber peligrosamente cumplido, elevamos nuestras almas a Ti, oh Señor, que proteges a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y hermanos lejanos, y nos ayudas a ser dignos de las glorias de nuestros antepasados. Dios todopoderoso, que gobierna todos los elementos, nos salva, armados como estamos de fe y amor. Sálvanos de la implacable helada, de los torbellinos de la ventisca, del ímpetu de la avalancha, haz que nuestro paso sea seguro en las crestas vertiginosas, en las paredes rectas, más allá de las insidiosas grietas, haz que nuestras armas sean fuertes contra cualquiera que amenace nuestra Patria, nuestra Bandera, nuestra milenaria civilización cristiana. Y Tú, Madre de Dios, más blanca que la nieve, Tú que has conocido y recogido cada sufrimiento y cada sacrificio de todos los soldados alpinos caídos, Tú que has conocido y recogido cada anhelo y cada esperanza de todos los soldados alpinos vivos y en armas, Tú bendices y sonríes a nuestros Batallones y a nuestros Grupos. Que así sea.